Volcán de la Cabeza del Palo

 

Las emociones y alegrías naturales que proporcionaban el hallazgo de nuevos tipos de rocas, de afloramientos eruptivos y de aparatos volcánicos aun no conocidos, eran intensas...los alegres amaneceres nos sorprendían ya en pleno trabajo, y los melancólicos crepúsculos, al atardecer, nos hacían, por falta de luz, interrumpir la jornada. ¡Cuantas veces se ha dudado del camino de regreso, desorientados en la serranía al sorprendernos la negra noche!"

Francisco Hernández Pacheco (1932)  La región volcánica central de España  

 el relieve

 

   

    El relieve volcánico del Campo de Calatrava es uno de los rasgos definitorios del área centro-occidental de la provincia de Ciudad Real. Los afloramientos, consecuencia casi en su totalidad de erupciones puntuales, se extienden por un territorio de más de 5.000 km2 . A medida que se han realizado nuevos reconocimientos  han ido apareciendo nuevos puntos eruptivos, repartidos de forma desigual por el Campo de Calatrava,  Montes, Alcudia y Sierra Morena. Esto no significa anárquicamente, puesto que su situación y emplazamiento está ordenado de acuerdo a una tectónica y a una dinámica determinada. Si estimamos el centro de la región volcánica en el valle del río Jabalón, en su confluencia con el Guadiana, y trazamos una circunferencia de 50 Km. de radio, obtendremos una densidad de afloramientos de uno por cada 15 Km.  Sin embargo esto es solo un indicativo numérico. En la realidad existen notables diferencias de densidades de unos sectores a otros. Los campos de volcanes se concentran masivamente en dos bandas de actividad. La primera de ellas tiene una dirección NW-SE, ocupando una posición central con respecto a la región volcánica. La segunda es perpendicular a la anterior y se dispone como un desgarre de dirección NE-SW.  Los lugares en los que las tensiones tectónicas han sido más intensas, ejes de plegamiento, flancos verticalizados de estructuras en cofre, domos y cubetas, es decir donde la fracturación ha sido más alta, es donde con mayor profusión aparecen los afloramientos. Se estima que la totalidad de material emitido en las erupciones del Campo de Calatrava, ocupa una extensión superior a los 200 km2 . (Mapa n.1)

    La forma de los volcanes está condicionada al tipo de erupción y por tanto a las características y disposición de los productos emitidos. Las lavas se han derramado con profusión por el espacio volcánico formando coladas muy condicionadas en su morfología final por las características reológicas de las lavas y por la topografía anterior a las emisiones de las mismas. Generalmente se trata de derrames fluidos que descienden por las laderas de las sierras hasta el nivel de piedemonte  o avanzan por las llanadas rellenando o colmatando depresiones, desviando corrientes fluviales, o provocando encharcamientos por cierres de desagües anteriores.  Las coladas pueden ser únicas, o bien apilarse si las tasas eruptivas son altas. Así las encontramos en los volcanes de Manoteras, Segura, El Villar o Fuente del  Arzollar.  La elevada temperatura  ha dado origen al desarrollo de almagres.  La disposición muchas veces tabular de estas coladas fluidas ha hecho que en el acervo lingüístico de la zona se las denomine como "mesas".  Por el contrario las lavas poco fluidas quedan amontonadas sobre las bocas de emisión, o bien tienen un escaso movimiento lateral, desarrollando los denominados  "castillejos".

  

Castillejo de La Bienvenida Volcán del Cerro de la Cruz Volcán de Cerro Prieto Morrón de Villamayor Volcán de La Puebla

                          

Los productos de trayectoria aérea son muy abundantes. Aparecen bajo la forma de cenizas, lapilli, escorias, bombas y ocasionalmente formando bloques, plastrones y depósitos de spatter relacionados con actividad de fuentes de lava.  La fracción ceniza solo es reconocible cuando aparece interestratificada y por tanto fosilizada por materiales menos deleznables. La extensión ocupada debió ser grande en función del alto número de centros de emisión. En la actualidad se las asocia en parte con formaciones edáficas de desigual extensión lateral y también con las tierras agrícolas, muy oscuras, conocidas como "negrizales".

   Lapilli y escorias forman  conos  o se disponen en depósitos colaterales. Aparecen mezclados con bombas, pudiendo estar soldados o sueltos. En  numerosos conos se muestran íntimamente ligados a  líticos de la roca de caja. En algunos aparatos el porcentaje de clastos del sustrato puede ser muy alto. Este es el caso del volcán de Cerro de La Cruz  donde los fragmentos del basamento cuarcítico, al contacto con el lapilli muy caliente,  han sufrido un intenso proceso de vitrificación.  En otras ocasiones, la circulación de agua en los conos o la emisión de fumarolas post erupción, los ha empastado localmente  con un cemento cálcico o silíceo. Ocasionalmente el depósito en un medio lagunar ha permitido la transición hacia formas de palagonitización.

   Las bombas son comunes a los volcanes en el Campo de Calatrava, tienen forma redondeada, ovoide o fusiforme, y pueden estar armadas o no. En algunos edificios se han localizado resquebrajadas con la típica forma de "corteza de pan" o con claras huellas de aplastamiento.  Su tamaño es muy variable, va desde unos pocos centímetros a más de un metro de eje mayor. En erupciones efusivas, con fases de fuentes de lava, es muy común la presencia de plastrones, soldados o sueltos, y de spatter en las inmediaciones de los cráteres y fisuras de emisión.

    

Bomba del volcán Yezosa Bomba del Cabezo del Moro Bomba en Cabezo de Hierro Huella de Bomba en La Encina Negrizal de La Encebra

Bombas y piroclastos en diversos volcanes del Campo de Calatrava

Lapilli en Cabezo del Moro Piroclastos de Cerro Gordo lapilli depositado en un medio lagunar. La Torrecilla Conducto de desgasificación en La Torrecilla

     

La morfología de estos volcanes es sencilla y va a depender del tipo de erupción que origina los diferentes edificios. Los procesos erosivos naturales no han actuado con excesiva intensidad sobre ellos, siendo las acciones antrópicas,  fundamentalmente,  las responsables del deterioro de una buena parte de los volcanes del Campo de Calatrava.

    Los pequeños volcanes escudo, en función de la estructura  y disposición de las lavas, no presentan grandes procesos erosivos. Tampoco las coladas que solo lo están en su superficie, observándose de forma nítida las zonas de emisión y los frentes. La continuidad entre las coladas y sus centros de emisión es un hecho habitual. Los conos de piroclastos desarrollados en erupciones estrombolianas presentan vertientes donde la meteorización ha permitido el desarrollo de formaciones edáficas y un ligero abarrancamiento. Los cráteres también han sufrido procesos de meteorización lo que ha suavizado notablemente sus formas originales. 

    Las formas debidas a erupciones freáticas y freatomagmáticas se conservan mejor o peor según su ubicación. Los cráteres abiertos sobre materiales del zócalo han sufrido solo pequeños retoques.  Sí se sitúan sobre el nivel de cumbres, al igual que en el resto de las crestas, pueden generarse pedreras que se alojan en sus laderas internas y externas, así como conos de derrubios. Los que se sitúan en las cuencas terciarias presentan un mayor grado de deterioro, bien por la escasa resistencia de los materiales a la erosión, bien por la edad y los fenómenos de subsidencia, bien porque los depósitos de borde se asocian a oleadas piroclásticas secas (dry surge). Cuando estos depósitos pertenecen a oleadas basales húmedas (wet surge), su intensa litificación permite la pervivencia de formas originales con una gran nitidez, aunque también pueden haber sido objeto de una erosión intensa con desarrollo de relieve ruiniforme, como ocurre en el conjunto volcánico de La Encina-Carboneras.

  Los elementos que la actividad volcánica ha introducido en el relieve anterior a la erupción, son básicamente los siguientes:

   

Mantos de basalto.- Se asocian a erupciones fisurales. Se derraman por el territorio formando amplios lóbulos superpuestos. El ejemplo más notable lo ofrece el volcán de Manoteras en el municipio de Piedrabuena. 

Coladas o "Negrizales".- Las coladas presentan morfologías diferentes en función de la mayor o menor fluidez de las lavas. Ocasionalmente pueden presentar extensiones considerables. Modifican el relieve alterando la red fluvial contribuyendo a la formación de meandros  al desviar la corriente. Pueden elevar los niveles de base locales y dar lugar a zonas de encharcamiento. Los procesos de alteración superficial las convierten, junto a las acumulaciones de piroclastos de caída, en  negrizales  especialmente ocupados por los cultivos de cereal y huerta.

Lagos de lava o "Castillejos".- Son acumulaciones de lava en torno al punto de emisión. Presentan forma de lente convexa o se muestran como una acumulación de bloques de lava de especto caótico. 

Conos o "Cabezos".- Forman edificios constituidos por piroclastos de caída. La trayectoria parabólica que describen estos piroclastos desde que son emitidos hasta que caen, es determinante para entender la morfología final del volcán. Altura y extensión de la base esta marcada por un proceso de autorregulación que levanta conos  de entre 80 y 100 m de altura y diámetros máximos en torno a los 1.500-2.500 m. Tanto la erosión como las erupciones finales consistentes en emisión de volúmenes muy cortos de lavas  o de fuentes de lava, han permitido la formación de perfiles muy suaves para estos aparatos, y en la mayoría de los casos, la desaparición de los cráteres colmatados o soterrados por  las últimas emisiones lávicas.

Maares u "Hoyas", "Aljibes", "Navas" y "Navazos".- Son cráteres abiertos en potentes erupciones hidromagmáticas. Se sitúan sobre materiales del zócalo, ocupando espacios serranos o bien en las cuencas, buscando posiciones de centro o de borde según la fracturación y la existencia de agua superficial o confinada a acuíferos. La morfología resultante de este tipo de erupciones se resume en la apertura de cráteres explosivos de dimensiones comprendidas entre 500 y 2.500 m. de eje mayor, de forma circular o elíptica (más de una explosión) y profundidad variable. Esta puede ir desde apenas unos metros hasta superar cientos de ellos. Pueden distinguirse: 

a) Grandes cráteres abiertos en materiales del zócalo, profundos, con anillos completos de tobas bien conservados, sin anillo  o con depósitos en forma de lengua o lóbulos correspondientes al emplazamiento de flujos direccionales. 

b) Embudos de explosión, estrechos y profundos.

c) Arcos cratéricos semicirculares, tallados en materiales del zócalo en los que se distinguen farallones subverticales o con una fuerte inclinación que entran en contacto brusco con los materiales  depositados al pie del escarpe. Los depósitos de oleadas basales, originadas en explosiones dirigidas forzadas por la diferencia de competencia de materiales, pueden estár muy alterados y encontrarse integrados  en el relleno general de las cuencas.

d) Amplias depresiones desarrolladas sobre los sedimentos de cobertera. Son poco profundas y suelen presentar anillos de tobas bien estructurados.

 

 

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Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio 

Área de Geografía Física. Grupo de Investigación GEOVOL: Geomorfología, Territorio y Paisaje en Regiones Volcánicas

elena.gonzalez@uclm.es